6 abr 2008

Filosofía del blog (perspectivas e iniciativas)

En mi opinión, es extremadamente difícil que un cambio "desde arriba", a nivel político, tenga un alcance tal que se traduzca en una mejora significativa del nivel de vida de las personas; aun en el caso de que que todos los gobiernos del mundo se pusieran de acuerdo en dar prioridad absoluta a temas como la lucha contra el hambre o contra el cambio climático, la influencia que éstos tienen sobre las cosas es muy limitado. En el fondo, son un eslabón más en la gran cadena de la oferta y la demanda, pueden cambiar leyes particulares, que afecten notablemente a la vida de muchas personas, pero no pueden tocar los grandes planteamientos globales del caótico sistema.
Para cambiar éstas, la única forma que se me ocurre es el progresivo cambio de paradigma hacia uno en el que prevalezca la evolución ética de la especie y la práctica espiritual (totalmente libre y adaptable a las necesidades de cada persona), lo cual trae como consecuencia lógica e inevitable la toma de conciencia sobre el bien común y ésta, a su vez, la puesta en marcha de todo tipo de proyectos de cooperación y solidaridad dirigidos a reducir las diferencias y fomentar la mejora de las condiciones de vida de todo el planeta. El fenómeno, que ya viene dándose desde hace años, funcionaría como una bola de nieve.
Frente a las claras dificultades que encuentra a su avance, estarían innegables ventajas, que hacen que este cambio sea posible por primera vez en nuestros días. Estas ventajas serían, entre otras, la existencia de medios de transmisión como Internet, que permite el intercambio de ideas e impresiones entre personas muy alejadas geográfica o socialmente, el desgaste del sistema actual, (que estaría comenzando a perder adeptos pese a su natural condición de gran estabilidad debido a su alta entropía), etc. No se podría llamar "revolución" a este cambio porque es progresivo, por primera vez es a escala global, y sus bases son muy sólidas, está fundado en el desencanto y el hastío de las personas respecto del sistema anterior, vigente durante siglos y basado en la codicia y la competencia entre semejantes, y consecuentemente la necesidad, experimentada tanto individual como colectivamente por las personas, de cambiar progresivamente hacia otro paradigma basado en los principios de cooperación y respeto.
Otra característica distintiva y distinta de este cambio de mentalidad es que, por primera vez, no implica la exclusión de ninguno de los actores del sistema, sino, al contrario, su integración en el nuevo paradigma, donde las personas que actualmente viven de la competencia y la confrontación, y aunque ahora no sean conscientes de ello, encontrarán una forma de vida mucho más acorde a la condición de nuestra especie, por definición solidaria, sensible y con inquietudes espirituales aunque, circunstancialmente, hayamos vivido dando prioridad a otras cosas.
En este sentido, tiene mucha importancia todo proyecto o iniciativa destinada a proporcionar una vida digna a los múltiples grupos de personas que por un motivo un otro no pueden disfrutar de ella, a reducir las diferencias de todo tipo entre las personas, o bien a fomentar en nosotros hábitos que contribuyan a la evolución sostenible (tanto en términos ambientales como sociales y económicos). Nada más ponerse a buscar información sobre proyectos solidarios, uno tiene la sensación de que se trata en su mayor parte de iniciativas de alcance limitado inconexas entre sí, pero no hay que dejarse llevar por el posible desánimo, ya que ésa es precisamente la forma que, por su propia naturaleza, tiene el cambio de paradigma: la de pequeñas "islas" de avance que se dan en distintos lugares y que, poco a poco, empiezan a conectar para formar una red global.

El cambio de mentalidad traería consigo la revisión lógica de todo lo que conforma las sociedades. Los conflictos y barreras, todas artificiales, irían perdiendo su sentido (por así llamarlo, aunque nunca hayan tenido sentido alguno), y las comunidades irían encontrando naturalmente los canales para llevar a la práctica las modificaciones estructurales necesarias para adaptarse a la nueva libertad de reconocer los auténticos valores que inspiran a las personas y ponerlos en práctica. Los recursos naturales sostenibles alcanzarían a todo el mundo, se universalizarían los servicios destinados a satisfacer las necesidades de las personas (que ya nos sentiríamos propiamente personas, no tanto consumidores), se irían perdiendo viejas ideas pasadas de moda y que se han probado falsas, como la de que la confrontación es algo inherente a nuestra especie. La ciencia y la tecnología estarían más que nunca al servicio de las necesidades reales de las personas y no de las artificiales creadas por los mercados, el incentivo de la investigación sería tanto la aplicación práctica de lo que se investiga como la necesidad de las personas de satisfacer su inquietud intelectual.
Este proceso no podría ser detenido por los intereses de ningún grupo de poder, legal o ilegal, puesto que sería un movimiento natural que surge de la voluntad firme de las personas, de un cambio en nuestras necesidades y en nuestra situación; los negocios basados en la pobreza, el miedo o el conformismo de la gente, pasarían a ser inestables por definición y a desaparecer progresivamente, caerían por su propio peso. Pero hay un obstáculo que sí puede ser insalvable: el deterioro del medio físico. Sería una pena que el deterioro ambiental del planeta en la actualidad llegara a impedir que este proceso de evolución positiva a nivel global siguiera su curso. De ahí la necesidad ineludible de que cada uno haga su contribución, no sólo a la racionalización de los hábitos de consumo y relación con el medio ambiente, sino también al intento de frenar las consecuencias de la explotación irracional y la relación hostil hacia el medio natural que ha predominado anteriormente.